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Camín Real de La Mesa, encantos naturales sin par

Por este Camino alcanzamos profundos valles por laderas angostas, con bellísimas panorámicas a ambas márgenes de la calzada romana

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Camín Real de La Mesa, encantos naturales sin par. El llamado Camino Real del Puerto de la Mesa o Camín Real de La Mesa conectaba León con Asturias por Torrestío y subía por el puerto de La Mesa (1.782 metros), corriendo por las brañas de Saliencia, hasta alcanzar Piedrajueves, el puerto de San Lorenzo, Dolia, la Venta de las Cruces y las inmediaciones de la Cabruñana, atravesando en su recorrido los concejos de Somiedo, Teverga, Belmonte de Miranda y Grado. El Camín Real de La Mesa es una de las primeras sendas o caminos históricos asturianos, utilizado por los pueblos prerromanos, los romanos, los viajeros de la Edad Media y los arrieros de la Edad Moderna. Llamado con varios nombres, Camín Real, Camino Real de Extremadura, Camino de Castilla o Camín de Moros, contó con variados ramales secundarios que desembocaban en los valles del Trubia, del Nalón y del Narcea; en Pravia y Salas; en Llanera, y en el centro de Asturias, hasta los alrededores del romanizado Gijón. Esta comarca aglutinado en torno al histórico Camín Real de la Mesa la conforman concejos o municipios que forman esta comarca: Belmonte, Candamo, Grado, Las Regueras, Proaza, Quirós, Santo Adriano, Somiedo, Teverga y Yernes y Tameza. En estos municipios recorre los espacios protegidos del Parque Natural de Somiedo (unos 30 kms.), el Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa, y el Paisaje Protegido del Pico Caldoveiro. Desde su web comarcal resumen su orografía y paisaje así: “Nuestras tierras conforman un vasto cuadro en los ojos de aquellos que las divisan desde las sierras, tapizadas por verdes pastos aterciopelados y erizados tojales y piornales, surcadas por sendas y caminos trazados por el paso de los hombres y el pesado transitar de las bestias a lo largo de los siglos. Entremedias, un sinfín de suaves pendientes con todas las orientaciones conforma un irrepetible mosaico de praderías, peinadas arriba y abajo por las relumbrantes vacas roxas (rojas), resguardadas del viento por los fresnos y los avellanos, los arces y los nogales, las grandes extensiones de castaños protegidos desde los pisos altos por las imponentes hayas, los individualistas tilos y negrillos, y los ligeros abedules, que observan atónitos la escalada libre de las encinas por las crestas calizas que resplandecen en las solanas. Descendiendo paso a paso paralelos a los ríos, los viejos caminos se arrastran como culebras por los interfluvios, collados y vertientes, mientras los profundos valles se van abriendo a los aires atlánticos, ganando anchura camino del Cantábrico”. Igualmente nos sugieren los platos típicos a degustar: “carnes roxas de la afamada raza Asturiana de los Valles, que se cría en los pastos de nuestras brañas y majadas; quesos de Afuega´l Pitu, de tradición ancestral; productos frescos de algunas de las mejores huertas y más fértiles vegas de Asturias; milenarios panes de escanda; embutidos que adquieren una dimensión milenaria como acompañamiento imprescindible del Pote y la Fabada; postres cargados de golosa sabiduría”. A su vez, Celso Peyroux, cronista oficial de Teverga, escribe: “ Una vez en La Mesa, hacer lo propio con los círculos que trazan en el cielo buitres, águilas, milanos y sobre todo el alimoche, conocido por la «zapiquera». Un vuelo de perdices puede, en cualquier momento, cruzar la Calzada y perderse valle abajo a velocidad vertiginosa, con el característico ruido de su aleteo. Aunque se encuentre en los hayedos, a ambos lados de la senda, más difícil le será al viajero ver y escuchar el abanico multicolor del urogallo y su requiebro amoroso en las madrugadas del mes de mayo… El oso, junto con el urogallo, el tejón y la nutria, son las reliquias faunísticas de todo el territorio de la Calzada”.

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